Escrito por Matilde Grass Bañados
Fotos por @kronoimagen
El segundo piso de MiBar, en Barrio Italia, espacio íntimo, con mesas compartidas, posters de bandas de rock, metal y cerveza, una pequeña barra al fondo y un escenario oculto tras cortinas negras, fue el lugar donde se presentaron Chico Bestia y Templos Lejanos el pasado jueves 18 de mayo. El espectáculo fue una tocata con todas las de la ley, los miembros de la banda en las mesas compartiendo con sus amigos, el público alegre, desplazándose entre los puestos, la barra y frente al escenario para acompañar de cerca la música que, como en toda buena tocata, comenzó tarde. Un ambiente apropiado para experimentar la presentación de Chico Bestia, grupo nacional que desde el 2016 ha desarrollado un sonido indie con claras reminiscencias shoegaze y que explicita, como importante seña de identidad, que vienen de la quinta región.
Identidad que también se refleja en Templos Lejanos, grupo formado por integrantes chilenos y venezolanos, que desde hace un tiempo viene ofreciendo un enfoque paisajista sobre generar sensaciones, a través de la música. Esta dinámica espaciosa más propia del post-rock, invita a viajar al oyente en todo momento, promoviendo una sinceridad a la hora de atravesar terrenos más íntimos y melancólicos con otros explosivos, y que sería la tónica del show.
Así, Templos Lejanos partió la velada con una propuesta alternativa de sonido hipnótico y etéreo con aires post punk, preparando perfectamente el ambiente del bar. Los primeros temas estuvieron acompañados en la voz por Migliz Mena, a quien presentaron como amiga y colaboradora en la creación musical para el nuevo álbum que, esperan, se publique este año. Junto a canciones de su EP Carrusel, que terminaron por cerrar su presentación.
A continuación, tras una pausa donde el espacio volvió a ser un bar expectante y bullicioso, entre luces y humo aparecieron los miembros de Chico Bestia, con una formación de batería, bajo, dos guitarras y sintetizador. Los dos primeros temas, “Lo que no fue” y “Eterno suspiro” marcaron lo que sería un show con instrumentales extendidos y envolventes, voces como ecos dentro de un sonido bien formado y donde los integrantes de la banda se mostraban más concentrados en la música -mirándose los zapatos y no al público, se podría decir- y vinculando con la gente desde allí. Sebastián Weitz, el vocalista, tras el primer par de canciones y con gran naturalidad, bromeó e invitó a la gente de pie al fondo y sentada en las mesas a acercarse, lo que produjo de inmediato un espacio cercano, participativo, donde el público y la banda integraron un momento cómplice de introspección y disfrute de la música.
La lista de canciones que Chico Bestia interpretó estuvo compuesta tanto por temas de su primer álbum Nuestros días de invierno, como de su EP Mixtape Negro. Llamó la atención que no tocaran “Lento”, su último lanzamiento, sin embargo, sorprendieron con una bella canción, próxima a lanzarse, en la cual participó Saskya Campos de Fonosida, llamada “Naranjo”. Inmediatamente después de este adelanto tocaron “Xoconostle”, que fue el tema frente al cual el público se mostró más entusiasmado, aumentando el baile y los aplausos.
El sonido de Chico Bestia corresponde a un indie muy en línea con las exploraciones de la música alternativa nacional durante la segunda mitad de la década pasada, y está bien logrado, sólido y profundo. Con una excelente presentación en vivo, los diez temas que tocaron, muy equilibrados entre lo antiguo y lo nuevo, se hicieron poco. El sonido de la banda se demostró bien logrado y propio, a la vez que cada tema exploraba tonos y dialogaba con posibles referentes de forma personal e íntima. Una tocata cómoda y cercana, donde el protagonismo absoluto lo tuvo la música y el encuentro que ésta produce, demostró el sereno dominio escénico y el carisma de Chico Bestia.
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