Live Review

Deicide y Kataklysm en Chile: Las distintas etapas del infierno

Escrito por Juan Pablo Ossandón
Fotos por Francisco Aguilar

Deicide, la flamante e icónica banda de death metal comandada por Glen Benton, Kataklysm, la voz canadiense más prominente del subgénero en Canadá, hace 6 años que no se presentaban en nuestro país –cada una por su parte en shows distintos–. Bajo ese precedente, este team-up glorioso de tour era un evento único de metal, de esos que agotan todas las entradas y se llevan toda la atención de miles y miles de metalheads que se agolparon la noche del viernes 19 de mayo en el Teatro Cariola. Todo apuntaba a que iba a ser un evento de lo más sublime, una verdadera oda al death metal, y es que, la forma en que se dieron las cosas el día de ayer, dejaron en claro el espíritu que atrae estos sonidos y nombres.

Los encargados de abrir la jornada fueron Anima Inmortalis, quienes entregaron una muestra abrasiva de un death metal que abrazaba el aspecto más sobrecogedor del mismo. Un sonido gélido, frío y atrapante, en muchas ocasiones cercano a las fauces del black, propuso a los nacionales en el comienzo del ritual, uno que, agradecidos de la oportunidad, mostró a la agrupación eficaz en sus intenciones, y demoledora en sus ejecuciones, integrando poco a poco al público que comenzaba a llenar el Teatro Cariola en una dimensión más calurosa, penumbrosa y peligrosa. Nadie sabía que lo estaba por venir, y los chilenos fueron la carta perfecta para abrir este portal al Tártaro mismo.

Por su parte, los clásicos Bonebreaker trajeron todo el peso abrumador de su death metal atronador. El aire más espeso, sofocante y caluroso subía sus atributos progresivamente, en la medida que los hirvientes riffs y los blast beats viscerales comenzaban a subir los niveles de agresividad, soltando hasta el alma más impasible, con un llamado caótico a la destrucción misma. El lenguaje dejó de ser convencional, y el idioma de la agresión se tornó en la señal de comunicación para los presentes, quienes azotaban sus cuellos en movimientos circulares ante los quiebres rítmicos adictivos de su propuesta. Hasta ya era posible ver –lamentablemente– los ánimos caldeados de uno que otro metalhead que, al parecer, tan sólo buscaban pelea. Aún así, la caída libre a esta segunda etapa del infierno rompió los límites del tercero, pronto a llegar.

Con un sonido muchísimo más pulcro que el presentado anteriormente durante las presentaciones, Kataklysm se alza prominente con un sonido muscular e inyectado que presenta una noción bastante arquitectónica de lo rítmico. Una nomenclatura del death entre la noción prístina del sonido, su vertiente melódica y muchos ápices recursivos cercanos al groove, propugnaron gigantes circle pits y saltos incesantes al ritmo de sus riffs. De ahí que el caos haya sido desatado especialmente desde el principio con «Push the Venom», en una carrera directa ante los fuegos más ardientes de un panorama desolador y fulgoroso. El caos desatado ante el carisma de la agrupación, caía con temas como «Narcissist» o «Where the Enemy Sleeps».

Insisto. La impronta fuertemente rítmica, cuidadosa –aunque no menos estruendosa–, produjo un efecto hipnótico lo suficientemente fuerte en la audiencia, que, aún a quienes iban únicamente por Glen Benton y cía., caían de todas formas ante la velocidad y fuerza hercúlea de hitazos como «Crippled & Broken» y «As I Slither». Un final de fábula, celebrado y omnipotente que dejó el hype por las nubes, gracias a temazos como «In Shadows & Dust» y «The Black Sheep». Que vuelvan pronto.

Ya siento el momento de Deicide, es realmente difícil describir el nivel de energía desplegado. Pero intentemos graficarlo para estimular la imaginación. Bien se sabe que el moshpit en los conciertos de metal es «orgánico» y «ordenado», ocupando un lugar en específico en el recinto que sea que, difícilmente ocupa los sectores donde está el público más tranquilo. Este caso no podía estar más lejano a eso. No había donde estar parado, ya que la respuesta del público –y de la agrupación– fue de lo más descarnada posible. Es que desde el primer minuto con «Satan Spawn, the Caco-Daemon» la locura y el delirio poseyó cada alma, llegando a poner en peligro a los individuos insertos en la primera fila. No tuvieron que pasar muchas canciones para que la producción pusiera más guardias y seguridad, al punto de que Glen tuvo que parar el show para pedir de forma directa que se tomen pasos para atrás, ya que la gente en la barricada estaba, de lleno, sufriendo.

Así de caótico. Nuevamente, se sabe que en un concierto de metal todas estas son costumbre. Una regla implícita, un hecho asegurado sólo por la idiosincrasia que define al género. Pero Deicide llegó a un lugar aún más caluroso, hirviente, vicioso y sumamente bestial del infierno, en el que el único descanso era entre canciones –lo que quedaba en evidencia que era obligado, sin romper el ritmo del momentum del show–. Es que, ¿cómo no enloquecer y ceder al impulso animal con temazos como «Trifixion» o «Behead the Prophet»? Imposible. Además, era una ocasión especial, y es que tocaron el clásico ‘Legion’ de forma íntegra, siendo el primer capítulo de este concierto.

Sin pausas algunas. Glen Benton y su gente se entregaron de la mejor forma que suelen hacer. Tema tras tema, viajando por su excelsa discografía con guiños al ‘Once Upon the Cross’ en un tripleta gloriosa con el tema homónimo, «They Are the Children of the Underworld» y «When Satan Rules His World». Lo que provocó otro efecto inusual en la audiencia. Por la naturaleza gutural de la interpretación vocal en el death metal, no es común ver a la gente corear tan fuerte sus letras, en lo absoluto –aún en clásicos–, pero aquí el público vociferaba cada verso gritando por el infame vocalista. De esta forma, dando los últimos mazazos con hits como ‘Scars of the Crucifix» y «Homage for Satan», el show vería su fin con «Dead by Dawn». Un show corto, pero que mostró todo el horror del death metal, en toda su ley, y ni una sola alma fue perdonada ayer.

Qué gran concierto.

 


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Juan Pablo Ossandón

Director de Expectador.

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