Escrito por Felipe León
Fotos por Andie Borie
Hace algunos meses atrás los embajadores ilustres de la música reggae mundial, Steel Pulse, anunciaron una nueva visita a Chile, la que por supuesto encendió las alarmas de la comunidad rastafari, y de aquellos que disfrutan del pulso combativo y colorido que en casi 50 años de carrera, la banda no ha hecho más que solidificar. Por lo mismo, las ansias por escuchar sus canciones eran gigantescas. Algo de aquello infería la presencia sustancial de su fanaticada, que desde poco antes de las 20 horas, comenzaba a repletar los alrededores del Teatro Coliseo en pleno Nataniel Cox.
Un lugar con historia que se aprontaba a recibir uno de los actos más importantes del reggae mundial, así como a uno de los exponentes claves del panorama local y latinoamericano, como es el caso de Quique Neira.Y como no podía ser de otra manera, el artista subió al escenario cerca de las 8 y media PM, antecedido por una selección de temas de Gondwana que su banda en vivo introdujo a modo de guiño. Haciendo gala del lugar trascendental que ocupa en el cancionero popular, el cantante sacó a relucir todos su años de experiencia, generando un sentir comunitario que poco a poco fue envolviendo a la audiencia, sacándola de un sitial de mero espectador con el fin de incluirla en el concierto.
Quique Neira se notaba demasiado feliz, con una plenitud y un segundo aire (tercero o cuarto) que bien le ha hecho a su carrera, y a su propuesta en general. Esto se tradujo en la cohesión que tiene con la banda, así como en la reinvención de ciertos clásicos de Gondwana, como la versión ska de “Armonía de amor” o el pausado toque de “Antonia”, que sumado a hitos de su repertorio solista como “Felicidad” lograron encantar al público.
El show de Quique Neira, más allá de todas las flores que le dejé, nos recordó algo muy importante: que esto era una celebración del reggae, despidiéndose con “Is This Love” de Bob Marley & The Wailers. En consecuencia, prendiendo aún más el ambiente encendido en humos, viajes a la memoria, y unas ganas infinitas por escuchar todavía muchos más clásicos de esta música. A esas alturas el Teatro Coliseo ofrecía el panorama ideal para así dejar caer la trascendencia y elocuencia de unos legendarios Steel Pulse, que prometieron grandes éxitos de su carrera. Clásicos que resisten el paso de las décadas, y que en pleno 2023 cobran la misma trascendencia que en el momento que aparecieron.
Los gritos en el Teatro Coliseo eran festivos y ruidosos cuando a las 21:30 horas se apagaron las luces. Directamente desde el Reino Unido, con la historia a sus espaldas, hacían su ingreso David Hinds, Selwyn Brown y compañía, rompiendo el hielo de inmediato con las distintivas personalidades que cada músico mostraría sobre el escenario. Distendida presencia que progresivamente acaparó la atención de los asistentes, contagiando con el genuino carisma de unos verdaderos performáticos, que más allá de su dinámica, fluida y profunda apuesta musical, se toman muy en serio el sentido de espectáculo que pueden ofrecer.
En ese sentido cabe destacar la gran comunicación que tuvieron con el público, sin recurrir necesariamente a las palabras, salvo algunas intervenciones de David Hinds y el notable Amlak Tafari, bajista de Steel Pulse que se robó la película en todo momento. Pero estos diálogos fueron más bien escasos o reservados más bien a generar dinámicas tipo “los de la izquierda hagan ruido, ahora los de la derecha”, pero únicamente haciendo el ruido. Esto aportó de forma determinante a conectar con la gente, sumida sobre todo en las sensaciones que generan este tipo de instancias, y que de la mano con la banda, ofrecieron un deleite de los mejores elementos que puede ofrecer la música jamaicana.
Tras esta observación, no queda más que precisar la distintiva apuesta musical que Steel Pulse ofreció el pasado martes 2 de mayo, a medio camino entre el roots reggae y sus inclinaciones accesibles al pop, pero con un toque dub que desde una profundidad flotante, sumía el lugar en paisajes de lo más estimulantes. Sumado al excelente juego de luces que acompañó el desplante escénico de los músicos, haciendo todavía mejor la experiencia misma de disfrutar su show.
Por supuesto los clásicos fueron la tónica de la jornada, con ese “Ravers” (anticipado anteriormente por Quique Neira en una tarareo) y su ondera vibra que de seguro fue un verdadero viaje al tiempo para muchas personas, o la colorida melancolía de “Roller Skates” de su disco Earth Crisis (1984), en la que el público se entregó a cantar ese icónico “Life without music”. Porque sí, mejor ni hablar de la vida sin música, y seguir disfrutando de las maravillas sonoras que una banda como Steel Pulse tiene para ofrecer, como “Worth His Weight in Gold” y su climático coro “Rally Round” o la popular “Your House”, ambas de la indiscutida gran obra que es True Democracy (1982). Incluso dando lugar a canciones modernas como “Don’t Shoot”.
Una fiesta de celebración de la música reggae que tuvo como protagonistas a dos actos notorios en sus distintivos contextos y tiempo, como es el caso de Quique Neira y Steel Pulse, siendo estos últimos los encargados de coronar una noche que bien le hace justicia a la vigencia de este tipo de música. De estos mensajes.
Más fotos de Steel Pulse.
Más fotos de Quique Neira.