Live Review

Christina Rosenvinge y Los Subterráneos en Chile: Clásicos nostálgicos y vigentes

Escrito por Felipe León
Fotos por Alejandra Besoain

El 13 de julio de 1993 Christina y Los Subterráneos debutaron en Chile con un concierto en el Teatro Teletón. Un año antes el impacto del disco debut Que me parta un rayo había hecho estragos, revolucionando el panorama musical del pop rock en español con canciones genuinas, lúdicas y simbólicas, las que terminarían de conectar con una audiencia todavía más amplia para su regreso en pleno verano del 94’, marcado en la memoria de muchas personas por su recordado concierto en el Festival de Viña del Mar. 

Por lo mismo, existían altas expectativas de cara al anunciado (y agotado) concierto que Christina Rosenvinge agendó unos meses atrás, para el pasado 18 de abril en el Teatro Coliseo de Santiago, debido a ese componente extra que significaba interpretar de integramente (aunque no en el mismo orden) ese primer disco. En ese sentido, la gente agolpada en el recinto ubicado en pleno Paseo Bulnes iba con todas las ganas de cantar, de rememorar, de vivir nuevos momentos especiales con estas queridas canciones que de algún modo, en distintas épocas de la vida, marcaron la historia de muchas personas. No importaba si era martes, después del trabajo, con responsabilidades cotidianas y laborales por el resto de la semana. Era un momento de esos que son una vez en la vida. Mejor vivirlos.

Así mismo lo sintió Olivia García, artista invitada a abrir esta esperada jornada que dio el vamos con una bonita presentación, ajustada a la atmósfera general que se vivía en el Teatro Coliseo. Si bien su música siembra una disposición sonora cercana al folk pop, su curación se nutre de diversos elementos que le brindan mayor detalle a la atmósfera general de sus composiciones, adquiriendo evocadores significados a través de lenguajes que remiten a lo cálido, sutil, íntimo y espiritual. Canciones como “Yanara” o “Me pregunto” sonaron esa tarde noche, representando puntos altos dentro de una carrera interesante, que cohesiona de gran manera sus búsquedas sonoras con líricas propias de una cantautora.

Significativo paso que dejó al público con ganas de escuchar más música. Porque la predisposición de la audiencia en Chile, en muchos casos, está interesada en ver lo que ofrecen los actos de apertura, por lo general locales, o por lo bajo respetan (y mueven la patita en silencio). También destacar la labor de las productoras que apuestan por abrir espacios a distintos tipos de proyectos, sin caer en lo reiterativo que da paso a especulaciones. En ese sentido, Olivía García en Santiago, y Mora Lucay en Quilpué son elecciones para aplaudir. 

Para fortuna de las personas presentes el tiempo pasó bastante rápido, y ya a las 21 horas aproximadamente se apagaron las luces del recinto, despertando la reacción efusiva y liberadora de una audiencia que generó una entrada triunfal, cuando anunciada por la presencia de los músicos que la acompañan, hizo acto de presencia Christina Rosenvinge. Apoderándose del escenario en un abrir y cerrar de ojos. Transportándonos unos 30 años en el pasado con ese clásico de antaño, de karaoke, de fogata, que es “Tú por mí”, canción que abre el celebrado Que me parta un rayo, que más de una parada tendría esa noche.

Muchas detenciones y atenciones a tan querida obra que hicieron estallar de emoción el Teatro Coliseo. Debido a canciones más movidas, ideales para saltar, como “Tengo una pistola” o “Ni una maldita florecita”, así como otras que concibieron momentos altos en nostalgia, como es el caso de “Pulgas en el corazón”. Aunque quizás las más gritadas fueron “Alguien que cuide de mí”, o la ultra popular “1000 pedazos”, generando un gran canto en conjunto, por parte de Christina y Los Subterráneos y la audiencia. No es menor, pues son canciones que de algún modo, cargan con muchas más historias de vida (buenas o malas) inmortalizadas con esta melancólica y melódica banda sonora de fondo.

Cabe recalcar la cercanía de Christina Rosenvinge, cercana al público en todo momento, generando varios relatos entre canciones, que desempolvaron la memoria e hicieron aún más especial esta velada. Anécdotas de época, así como retrospectivas que lejos de caer en pura nostalgia (totalmente válida), recalcaron el carácter vivo que poseen estos temas. Vigencia que a su vez cosecha bastante admiración por estos lados. No por nada la gente hizo callar varias veces, sobre todo al principio del show, esas notorias conversaciones que surgen desde el público, de personas que más allá de ir al concierto, van a hacer vida social. Práctica que de cierta manera fue silenciada, para así dar paso a lo que mejor sabe hacer un concierto: ser una experiencia. 

Vaya viaje que desembarcó en otras icónicas piezas de su repertorio, tales como “Voy en un coche”, que cerró este repaso al álbum debut, o la dupla “Mi Habitación” con “Pálido”, pertenecientes al segundo y último disco de Los Subterráneos, Mi pequeño animal. Dando paso a un break más que necesario. Mucho que procesar. 

A esa altura las emociones estaban por las nubes, y perfectamente podría haber terminado la velada. Sin embargo, un repaso a temas de su carrera solista como “Anoche (el puñal y la memoria)” o “Ana y los pájaros”, funcionaron como un guiño a esas almas adeptas a trabajos como Tu labio superior (2008), o Un hombre rubio (2018). Broche de oro para así culminar un concierto que fue todo lo que prometía ser.

 

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