Live Review

Festival Interestelar Venus, Día 2: Una colorida estela de músicas independientes

Escrito por Felipe León
Fotos por Benjamín Díaz Aguirre

Revisa el día 1 aquí

Si bien existía una semana de diferencia entre la primera jornada del Festival Interestelar Venus, realizada el sábado 25 de marzo en la Coordinadora Cultural Trepegne Angela Davis de Recoleta, con destacados nombres de la escena independiente musical como Salares, Gatajazz, Descargo y Maleficio, Flores, y Grace Caracol, de alguna manera siempre estuvo conectado lo que sucedería el sábado siguiente. Toda una semana en donde el flujo de energías giró en torno a esta simbólica instancia, que busca entregar un espacio seguro para mujeres, y ser vitrina de sus propuestas artísticas. Pero que también constituye una sensible despedida al equipo tras este y otros bonitos eventos, como lo es Micnoi

Un adiós momentáneo lo más probable (cruza los dedos), pero que debía ser conmemorado con lo que mejor saben hacer: entregar una experiencia cálida y sincera. Encapsulada en un evento musical a la altura de su militante visión respecto de la música chilena de corte más independiente. En ese sentido, la segunda jornada del sábado 1 de abril ofrecía un catálogo igual de fructífero y novedoso, que a su vez retrata la amplia variedad de sonidos que suelen incluir estos festivales. Solange, Las Margaritas, Catalina Navarro, María Compás, Josefina Espejo, y Antónima serían las encargadas de darle vida a este ciclo (Kurmi no pudo participar por problemas médicos), curado como siempre con mucho amor.

Tanto en el trato humano como en la decoración del escenario, este Festival Interestelar Venus buscó sobre todas las cosas entregar un espacio acogedor, elemento que de manera genuina se vió reflejado en la primera presentación brindada por la artista de La Calera, Solange. Una tal Solange, que recorrió kilómetros para llegar desde temprano al recinto, y que dió el vamos a eso de las 17 horas con un show sobre todas las cosas carismático, y bastante comunicativo además, donde esa enmienda propia del evento se vió reflejada en el cariño que le puso a su show. Contando anécdotas, recreando paisajes mentales con sus cantos y palabras, la artista puso el corazón sobre la interpretación, enfocando su rumbo artístico en el magnetismo del r&b, para así generar un ambiente ameno, donde lo emotivo y espiritual se hizo presente con grandes resultados.


Ya con el evento en marcha, llegaría el turno de Las Margaritas, proyecto liderado por Mai Carvajal (my light shines for you), que junto a Richi y Ariel dilusidarían los aspectos más genuinos de su evocador indie pop. Con un pulso constante brindado por la batería, y las melodiosas guitarras esculpidas bajo un cuidadoso pero suelto diálogo con lo sensible y nostálgico, el trío sellaría una de las presentaciones más coloridas, albergando emociones que gracias al valor de sus líricas directas y melancólicas, puede remecer más de algún fantasma en el interior; aunque siempre con un sentido de superación. Es así como canciones de su EP Invierno (2020) como «Me da miedo crecer», «Alguien como tú», o algunas piezas inéditas, sumado a la manera personalizada en la que establecieron su «soundplay» (llevando a alguien para complementar el sonido), dan cuenta de una apuesta que sin dejar de lado influencias del pasado, suena bastante refrescante. Y como un gran abrazo, hay que decirlo. 

Con el sol aún pegando pero ya cuidando sus calurosa fieresa, tomaría lugar sobre el escenario Catalina Navarro, junto a un grupo de cuatro musiques que complementarían todo este viaje de emociones en marcha y momentos vinculantes. Y tal como ocurre con su disco Universando (2020), el nivel de detalles explorado por la artista y compañía en vivo, remite a los lugares que transporta con cada una de sus canciones, confiriendo distintos matices gracias al encanto con el que va entonando sus cantos, provistos de un acercamiento audaz a los deseos, reflexiones, y sentires que busca transmitir. Es así como Cata fluye entre momentos nostálgicos en «Prima Lluvia», o grooveros en «A ver, a ver, a ver», dejando constancia de la personalidad con la que se posiciona sobre el escenario, sin dejar de sonar real. Uno de esos shows que sin saberte ni una canción, lo disfrutas igual. Y si te las sabes lo pasas aún mejor, porque dan ganas de cantarlas. 

Cuando decimos que se debe poner más oreja a la música chilena, no es por un fín nacionalista o de similares embergaduras. Más bien nos referimos al incesante flujo creativo que abunda en todo tipo de espacios, y que puede cambiar cosas, encontrando sorpresas que en su afán de ir siempre más allá, terminan por derrumbar todo límite convencional. Una descripción idónea para entender los alcances que un proyecto como María Compás puede tener, porque en su personal acercamiento a la música existe un fin experimental y poético que constituye toda una revelación. Esto debido al sentido abierto que expone su propuesta, con rimas y beats que remiten al hip-hop, y que al mismo tiempo condensa los atributos más propios de una cantautoría electrónica futurista del hoy. Crítica, introspectiva, y consciente, la artista entregó un show que ejemplifica lo bien que puede descansar la resistencia en la vanguardia. Obvio, sin dejar de sonar humano y militante. 

Luego de una espera utilizada sobre todo para recobrar energías con bebestibles y comida, sería el turno de la cantante Josefina Espejo, quien sola con guitarra en mano y su voz, sin la compañía de Los Mirrors, brindaría una de las presentaciones más íntimas de todo el Festival Interestelar Venus. Ya con el sol oculto, la artista generaría una serie de momentos que tocarían el corazón de cada asistente, sintonizando desde un enfoque introspectivo, un sentido halo espiritual de una enigmática calidez folk, que en su alcance emotivo y flotante, externaliza lo mejor de sí. O lo más evocador. Lo cierto es que el ciclo de su EP Lilith ya se cumplió, por ende la artista se dedicó a entregar canciones inéditas que de seguro formarán parte de algún futuro lanzamiento. Una postal que quedará guardada en la memoria de este autogestionado certámen. 

La noche cubría la inmensidad de la capital, cuando las luces se posaron nuevamente sobre el escenario en medio del pasto, para recibir la delegación de bailarinxs y músicos que formarían parte del show con el que Antónima cerraría esta simbólica velada. Una presentación de gran nivel, tanto performática como visual,  en un sentido de hacer de la música pop toda una experiencia, evidenciando un trabajo de coreografías que acompañaría en todo momento el pulso estelar de la artista. Sus enérgicas y versátiles canciones como la movida «Quiero bailar» (original junto a Señorita Chu), o «Corazón», aportan a la adrenalina propia con la que va construyendo este accesible recorrido de cautivantes proporciones. Un cierre perfecto para coronar esta valiosa instancia para la música independiente. 

Gracias por tanto a Micnoi, a cada artista involucrada en este Festival Interestelar Venus, a cada musiqué que acompañó la velada, a Insecta Records por su labor en sonido, a la Coordinadora Trepegne. Y en especial a Naty y a Franco

 

 

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