Para muchos, la prueba del segundo disco suele ser un dolor de cabeza que consume gran parte de las ideas que un artista pueda tener en su mente, sin embargo es bien sabido que para Janelle Monáe las cosas nunca funcionaron de la manera convencional. Situada antes de su debut, en un lugar privilegiado bajo la tutela de nombres como OutKast o Sean Combs (Puff Daddy), para el año 2013 (luego de un auspicioso debut) la cantante y compositora reclamó parte de un botín musical cercano a la música Afroamericana, el cual iba perdiendo potencia e integridad en las manos de ciertos nombres que poca justicia y gracia le hacían a géneros tan iluminadores como el Soul y el R&B. ¡Y qué manera de hacerlo! The Electric Lady resultaría ser todo un bombazo que serviría para culminar un proceso largo de aprendizaje, siendo en definitiva la piedra angular del potencial creativo radicado en sus canciones.
Un buen augurio significaba la participación de Prince posterior a un orquestado intro, siendo la maquinaria de su peso legendario, el motor principal para comprender el vuelco de tuercas que haría Monáe en este disco. Mucho más orgánico, cercano a las guitarras y las rítmicas abundantes en vibras y sudor, The Electric Lady representaba una prueba de fuego para una cantante dispuesta a darlo todo, desde la ejecución climatizada con líricas que hablaban de sexo, amor y desolación, sumado a los constantes guiños al alma misma de estéticas sonoras tan vulnerables como ardientes, siendo su pasión por el Jazz, Gospel o Funk un agregado exquisito, que no hace más que ahuyentar temores, e invitarnos a conocer un poco más a la persona tras la obra. Las colaboraciones de Miguel, Solange, el ya mencionado Prince o Erykah Badu, sumado al trabajo colaborativo clave en el disco por parte de sus compañeros del sello Wondaland, confabulan la perfecta resonancia magnética para electrizar los tiempos, con una pizca de reinvención y homenaje.
The Electric Lady es tanto un homenaje para la música que formó a Janelle, como una apuesta abierta a dar cara con todo a los constantes vaivenes emocionales que pasan por la cabeza de la artista. Una apuesta bien jugada, repleta de canciones inolvidables y una visión profunda y orgánica de la música Afro y el lugar de ésta en el mundo.
Felipe