Mientras el mundo sucumbia a esa nueva vieja onda de consumir antiguos sonidos e ideas, bajo el sello de revival, un nombre registraba su ingreso a lo más puro y verdadero de lo que significa marcar la banda sonora de la época .
Año 2002. Cuatro Neoyorquinos hacían su debut en larga duración con el único fin de lograr traspasar historias y sentimientos narrativamente sacados de una novela Inglesa del siglo XIX. Un híbrido entre una pluma prodigiosa pero abstracta y un sonido intenso y melódico difícilmente igualado por sus contemporáneos, el cual rápidamente fue encapsulado en todo ese panorama Post -Punk Revival de comienzos de siglo. Ellos se presentaron simplemente como Interpol.
Su primera gran apuesta no fue otra cosa más que una mirada retro romántica acerca del amor, la muerte, y todo aquello que conlleva la existencia humana propiamente tal. Turn on the bright lights se título esa gran obra que movió los hilos dentro de lo más interesante y rescatable de un sin fin de apuestas monótonas y conformistas de la ya antes mencionada camada de bandas revival, entregando un compendio de tormentosas canciones dispuestas a hacer brillar ese acertijo introspectivo y personal de la creación. Para esta tarea, el gran artífice de lo musical Daniel Kessler conjugo una paleta única de armonías, a medio camino entre riffs y disonancia, las cuales encontraron una base certera en los bajos de Carlos D y las baquetas de Samuel Fiorentino. Finalmente Paul Banks, el hombre tras esas letras enigmáticas y codificadas bajo el umbral de lo suburbano, dio ese toque melancólico pero profundo a canciones como Hands Away, Stella was a car driver o mi favorita Leif Erikson.
Precisamente uno de los puntos a rescatar de este tipo de álbumes, es esa capacidad de crear canciones que si bien no fueron concebidas bajo el alero de la comercialidad y el pop radial, lograron posicionarse en variadas radios del mundo. Punto a favor para un disco estructurado netamente por la calidad compositiva de aquellos cuatro iluminados, a través de la producción por parte de Gaterh Jones y Peter Katis, quienes entregaron el equilibrio perfecto a las canciones y un sello como Matador, figura clave en grandes lanzamientos hasta la fecha.
El éxito fue casi de inmediato, y a pesar de que el grupo ya llevaba unos cuantos años en el ruedo, fue con su debut que lograron llegar a la masividad y así, lograr compenetrar en las cabezas de un público cada vez más hambriento. John Peel ya les había echado el ojo, lo que pudo verse en el gran desenlace de sus posteriores discos. Interpol no era otra cosa más que un grupo que se dedicaría únicamente a crear grandes obras.
Felipe León