Digámos que deben escucharlo. Estas palabras que voy a presentarles a continuación, solo sirven para intentar contextualizar la obra que Matias Alejadro a.k.a. ileta Marchita, nos presenta con el sudor de su alma y el clamor de su sangre. Sin pétalos ni rosas. Nada más, un tatuaje directo al pecho que sinceramente, me encantó.
5 historias bastan para reflectar el sentir mismo de la miseria y el dolor, tras las siempre complejas rupturas amorosas y rompimientos personales. 5 canciones que si bien cuentan una historia propia, se ven ligadas entre si por la constante estética y sonora que sientan el sello de una obra oscura, dramática, maquinal y apasionada. ileta Marchita dirige su propia cinematografía, a través de una música rebosante de escalofríos y arreglos intrigantes, los cuales germinan el zumbido mismo que acoge aquellas líricas plagadas de derrumbamientos, quiebres, y la ciencia misma del vivir. Aquí los spoilers pasan a segundo plano, y el panorama general, a veces entre el incienso y la ultraviolencia, esconde tras sí un creador nato capaz de ejercer en todas las labores necesarias para así, lograr contar esos cuentos de la manera más efectiva.
El muro tras ese sonido epiléptico; la máscara tras ese rostro enigmático; la sangre derramada tras esas letras chorreantes de drama. Tres elementos que urgen el carácter más inmediato de este trabajo, Ep, álbum o simplemente filme auditivo que ileta Marchita nos preparó desde la perspectiva misma de un narrador dispuesto a contar con lujos y detalles, estas historias crudas, violentas y pasionales, sin embargo con el correr de los minutos, nos invade ese sentimiento alucinojeno que nos dice una y otra vez «quiero más». Porque al escuchar este Sin Pétalos Ni Rosas, solo nos aborda en la mente una cosa. «¿Por qué no antes?» «¿Qué es esto?». Difícil definir si es Rap experimental o Avant-Garde cinematográfico, no importa realmente. Lo cierto es que uno queda con ganas de descubrir este potencial artista de próximas joyas.
El Post-Romance podría ser un buen termino para acuñar la experiencia misma que significa pasearse por una obra que merece su género aparte. Una figura literaria hecha música; una música hecha cine; un cine hecho arte; y un arte hecho manifiesto.