Escrito por Juan Manuel Hernández
La ópera prima de Charlotte Wells, Aftersun, lanzada en 2022, no ha dejado de resonar en la conciencia colectiva de quienes la han visto. Desde su estreno en Cannes, ha cautivado por su delicadeza, con una narrativa emocional que toca lo visible y lo invisible. Con cada revisión, se descubren nuevos matices y significados que van más allá de sus casi 2 horas de duración, convirtiéndola en una experiencia que persiste en la mente y el corazón de los espectadores.
Wells crea una película que comunica a través de sus silencios y espacios vacíos, como si fuera una poesía visual. Al igual que Hereditary (2018), Aftersun se luce por su detallismo y sutileza, donde cada pequeño gesto o conversación es esencial para construir un puzzle emocional que se desarrolla lentamente. Aquí, el “foreshadowing” no revela lo que sucederá en la trama, sino que anuncia una catarsis emocional que sentimos antes de entenderla completamente.
El relato dual: depresión e inocencia
Aftersun entrelaza dos historias: la depresión de Callum (Paul Mescal) y la inocencia de su hija Sophie (Frankie Corio). Estos dos mundos conviven en tensión y se complementan de manera trágica y hermosa. Callum, en apariencia, es un padre presente, pero sufre en silencio. La interpretación contenida de Mescal es sutil y conmovedora, con pequeños gestos que insinúan una tristeza profunda. La película no nos dice explícitamente que Callum está sufriendo, sino que nos invita a descubrirlo a través de la mirada de Sophie y de la distancia que el tiempo nos ofrece.
Sophie, por otro lado, vive en la luz de su inocencia. Ella ve a su padre como un hombre divertido y cariñoso, pero no es consciente de las sombras que lo envuelven. La película usa una Handycam para capturar momentos entre padre e hija, momentos que parecen triviales pero que, con el tiempo, se revelan como fragmentos de una memoria cargada de significado.
El valor de lo cotidiano
Lo cotidiano adquiere un poder especial en Aftersun. La película carece de grandes momentos dramáticos, no hay giros sorprendentes ni revelaciones impactantes. Wells opta por mostrar lo ordinario de la vida, y cómo los momentos más simples pueden contener emociones profundas. Cada escena, cada pequeño gesto, forma parte de una imagen más grande que solo se revela completamente cuando reflexionamos sobre ella después de verla.
Los planos fijos y prolongados de la película, así como su atención a los detalles del entorno, crean una atmósfera en la que el tiempo parece detenerse. Esto permite que el espectador reflexione y respire junto a los personajes, mientras se adentra en las complejidades emocionales que Wells construye con sutileza. A través de este estilo naturalista, la película convierte lo cotidiano en algo trascendental.
La construcción del recuerdo
Aftersun es, en esencia, una película sobre la memoria y cómo reinterpretamos nuestro pasado con el tiempo. No seguimos una narrativa lineal de eventos, sino una reconstrucción emocional de los recuerdos de Sophie sobre un verano con su padre. Con el paso del tiempo, esos recuerdos cambian de significado, y la película capta cómo los detalles aparentemente insignificantes cobran una importancia mayor cuando ganamos perspectiva.
El uso de la Handycam no es solo un recurso estético, sino un símbolo de cómo tratamos de preservar momentos que ya se han desvanecido. Los vídeos caseros de Sophie y Callum, que en su momento parecían inocentes, adquieren un peso emocional más profundo cuando se ven desde la adultez y la pérdida. Este es uno de los grandes logros de Aftersun: su capacidad para hablar simultáneamente del presente y del pasado, mostrando que a veces solo entendemos plenamente a las personas que amamos cuando ya es demasiado tarde.
Un duelo que persiste
A dos años de su estreno, Aftersun sigue siendo una película que no hemos podido superar. Es una obra que requiere paciencia, pero que recompensa al espectador con una experiencia profundamente emocional y humana. Wells ha creado una película que va más allá de contar una historia, invita a la reflexión personal sobre nuestras propias relaciones, sobre cómo nos perciben los demás y sobre el inevitable paso del tiempo. Aftersun es un recordatorio de que el cine puede ser mucho más que entretenimiento: puede ser una herramienta para procesar nuestras propias emociones, pérdidas y deseos.