Solo un reflejo: Natalia Molina estrena su obra más honesta y personal

Podemos datar la carrera artística de Natalia Molina con la poesía desde comienzos de milenio, y en lo musical ya en la segunda mitad de aquella década. Gracias a trabajos como Demografía (2008) o el aplaudido Cuna de Piedras (2011) que ayudaron a cimentar una propuesta, que a la larga solo ha cosechado provechosos frutos. Algo de aquello infería Rara Avis (2017), y por supuesto, consolida su reciente estreno Solo un reflejo.

En sí, los aspectos más propios de su cantautoría persisten como una bengala en medio del panorama sensible que inundan sus canciones. Temáticas próximas a ciertas complejidades emocionales, que sin embargo, encuentran un refugio en la expresión. En ese sentido, el carácter más directo de su música le permite lidiar con el dolor, la angustia, y la frustración.

Pero lejos de ser un trabajo ultra sufrido, Solo un Reflejo encuentra en las coloridas tonalidades de lo melodioso, consuelo y fortaleza para afrontar sus desafíos sonoros. Pues, independiente de que su folk pop se muestre ganchero, el sentir que hay detrás es profundo y honesto. Aquello se percibe en temas tan distintos como complementarios, como en la evocadora y onírica «Eres», la melancólica «Isla Decepción» o la esperanzadora «Esta tormenta pasará».

9 son las piezas que Natalia Molina revela al público. Una ofrenda de evocadora y pristina procedencia, donde aflora su mejor versión. La más genuina. Igual de poética, a su manera.

Por Felipe León

«Lo distintivo en este disco es que traté de ser lo más directa posible y no esconderme detrás de la poesía. Hay letras que me resultaban incómodas, me daba pudor cantarlas porque no quería mostrarme tan frágil o vulnerable ante los demás. Al final pude superar eso y me di cuenta que sentirse así es humano y está bien expresarlo, no tiene nada que ver con ser cobarde, todo lo contrario.» reflexiona la cantautora.

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Por Natalia Molina
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