Escrito por Hernán Carrasco
Fotos por Nicolás Rosales M.
El legado de la música chilena es vasto. Quien conozca y sepa conocer nuestras raíces identitarias que componen la gran idiosincrasia de la música chilena más clásica, sabe la riqueza cultural tan influyente que mantiene viva la naturaleza propia de la escena chilena más contemporánea.
Bajo aquel prisma, se adhiere la propuesta increíble que nos presenta la cantautora penquista Daniela González –Dulce y Agraz–, que conmemora mucha de la esencia de la fusión latinoamericana chilena, combinándola con ese Art Pop tan sofisticado, lleno de matices sonoros impecables, fugaces y hasta excéntricos. Cosa que redondea con excelencia dentro de su último lanzamiento de octubre del año pasado, el recomendadisimo “Albor”: Un LP que consigna muy bien esa mezcla identitaria de Art Pop, Folk Pop y Fusión Latinoamericana que, luego de varios meses, es lanzado en formato de concierto en nada más ni nada menos que su ciudad natal.
El Teatro Bio Bio fue un lugar perfecto para albergar la puesta en escena de Dulce y Agraz –con un sold out de entradas, en específico de su cámara baja– a eso de las 20:10 hrs se vislumbraba el comienzo del show, una tela cubría a Daniela y otra tela trasera hacía lo mismo con sus músicos. Comenzaban los acordes de “Cueca Tristona” –canción clásica de la tonada chilena–, una proyección cinematográfica se plasmaba en el frente y con el arduo juego de luces, se entreveraba una dinámica de sombras e imágenes “oceánicas” que nos ponían en un mood de ensueño en el primer tema del álbum, “La Luz se Desintegra”. Y es que pocas veces se ha visto un nivel de producción tan tremendo. Desde el aspecto sonoro –favorecido por el espacio del teatro–, donde los matices y el sonido tridimensional de “Albor” conectaban de una manera única con el oyente. Las visuales complejas y llenas de simbolismos, retocadas por las proyecciones y la esplendorosa puesta en escena: Un desplante teatral lleno de soliloquios entre canciones con una fuerte carga emocional.
Un pase rápido por “Los cimientos” y “Bajo tus ojos” de su anterior trabajo de larga duración “Trino” (2018) concertaban las dos canciones siguientes, para luego desenvolverse en un soliloquio –lleno de metáforas sobre el tiempo– a luz tenue, frente a frente con el público, para introducir la magnifica “Ella”, la cual interpreta con Nando García en el álbum. Una sección sumamente potente del show. Hubo paso también para una interpretación propia de “Sirilla Triste” del legendario compositor Patricio Manns. La claridad de la interpretación, el estilo melancólico y místico que emanaba Daniela detrás de los telares fue hipnótico y surrealista a momentos. Canciones que siguieron a lo conceptual del disco “Albor” como “Ahora es otra,” y “Esta vislumbra” manejaron con una instrumentación significante, lleno de matices bordados por los cuatro músicos tras el telón –el sonido de los sintetizadores y las cajas rítmicas llenas de capas que envolvieron la cámara del Teatro fue una portentosa maestría de Art Pop y Folk Pop–. Un peak increíble fue “Clara” donde la intro hablada dio paso a esa guitarra muteada, siguiendo con ese coro atrapante “única lumbrera, el sol que hace reflejar el agua” con pequeñas mímicas bajo la luz tenue de la proyección.
El paso a la segunda mitad del show, donde se inmiscuyeron en canciones más clásicas del proyecto como “El peso de mi pedal”, “Descansar” y “Me reparto en ti”, sin duda forjaron una entonación un poco más diferente, donde la audiencia se hizo partícipe de los estribillos y donde hubo más de alguna ovación repentina. Los contrastes que existen entre las canciones más conceptuales del “albor” y los temas de sus antiguos trabajos, se percibieron como actos distintos de una obra teatral, un concepto interesante y muy creativo, de un show sublime. Y es que prontamente, tras palabras de agradecimiento, el show propuso otro switch con la vuelta a los temas del álbum. “Entre las sombras” –canción compartida con Chini.png, Mora Lucay y Martina Lluvias– y un dueto a cappella y con guitarra en “Lumbre de amores” , finalizando con “Duele” y “En el sol que amanece” –último track del álbum– posaron un término de show casi perfecto. El agradecimiento del publico fue total, de pie, casi catártico.
Ciertamente Dulce y Agraz nos brindó un show distinto al canon del espectáculo chileno. Un show que perfectamente podría ser una obra teatral, un caudal cinematográfico incluso, pero que nos rememora las raíces más originarias de la música chilena. El respeto que manifiesta Dani en la propuesta escénica, siempre cautivante e hipnótica, a momentos surrealista y sónicamente impecable, es quizás una muestra más del tremendo potencial que exhibe la artista penquista.
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